La Voz
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Autor: Paco Busteros

 

Cuando Rebeca Dallal me preguntó si quería escribir un artículo para Voces mi primera reacción fue reír. ¿Porque quieres una pieza de alguien que vive ya 30 años en el extranjero? Después de darme algunos empujoncitos le dije que sí.

Pensando en el asunto, recordé las últimas veces que visité México. Una cosa que me duele mucho es el hecho de que a pesar de haber nacido y ser criado en la ciudad de México, con el paso del tiempo he adquirido un acento sin darme de cuenta.

“Pásele mister, que te ofrecemos amigo, esa salsa pica mucho para ustedes”, este tipo de cosas son las que oigo si tengo que ver con gente que no conozco. De plano ya ni les trato de explicar que no estoy interesado en chucherías para turistas, o que sí como salsa picosa.

Parar a un taxi es un crimen, me cobran siempre de más. Pedir información sobre el teléfono, por ejemplo, de el camión a Cuernavaca, es frustrante. Negociar cualquier cosa es doblemente difícil.

Mi acento me delata.

El idioma de donde yo vivo es el holandés, o mejor dicho el neerlandés. Este pertenece a la familia germánica del indoeuropeo. Y si lo comparas a nuestro idioma, el español, es extremadamente errático con respecto a la congruencia de sus reglas además de estar continuamente en evolución incorporando palabras y expresiones extranjeras, los holandeses son por tradición viajeros y comerciantes y por ende en contacto con otros idiomas. Otra gran diferencia es el uso de la lengua y labios cuando se hablan. Si muerdes un lápiz y tratas de hablar español no podrás pronunciar bien, sobretodo las vocales. En el holandés esto no es problema.

Después de años de acostumbrarme al uso y práctica del neerlandés he perdido mi amado acento Chilango y específicamente Tlalpense.

Pero no hay problema que no tenga una solución. A pesar de que mi español está muy oxidado hay algunas expresiones que a uno nunca se le olvidan, idiosincrasias muy de mis padres que, como decía mi mamá, no se aprenden, se amamantan; el albur, por desgracia nada sutil, y los peyorativos me han sacado de muchos problemas, me han bajado los precios, y lo mas importante de todo, me han brindado nuevas amistades irremplazables.

Así es que la próxima vez que oigas a alguien que hable nuestro idioma con un acento, sé amable, no lo juzgues y ayúdalo a encontrar las palabras que se le perdieron en un rincón, como la famosa muñeca de trapo de Cri-Cri.

 

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Voces
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Autor: Raúl Cremoux

Agradezco a Rebeca Dallal, hija de un muy querido amigo, el doctor Eduardo Dallal, la oportunidad de participar en una publicación que lleva por nombre el propósito de trabajar uno de los vocablos más ricos y poderosos de nuestra naturaleza humana: Voces. 

Egresado de la carrera de Ciencias y Técnicas de Información de la Universidad Iberoamericana, he llevado ese tatuaje por diversos países, Francia, España, Finlandia, Estados Unidos, Dinamarca y por nuestras tierras sea en forma directa o a través de los medios que han transformado el mundo: la imprenta, la radio, la televisión y ahora la cibernética y sus nuevos espolones adheridos al futuro. 

En cada uno de esos medios he incursionado y, en todo ellos, he realizado lo que se hacer: trabajar, labrar, incursionar, acariciar y sufrir con las palabras. Alguna vez envidié al zapatero o al sastre que se ganan la vida con un oficio manual, otra vez al profesor de química que entre matraces y líquidos, alcanza la transformación de elementos físicos. Lo mío han sido las palabras, comenzar con una voz y continuar subiendo y bajando por laderas desconocidas.

¿Es lo mismo voces que palabras? Miguel de Unamuno así lo ve y Octavio Paz lo confirma. En consecuencia, Voces es un término que surca océanos, vuela sobre montañas y atraviesa siglos de maduración. Es parte esencial de nuestra comunicación desde tiempos prehistóricos y ya pertenece al espacio galáctico cuando se han enviado cintas grabadas, voces y canciones; matemáticas y pinturas en el Voyager que ha atravesado nuestro sistema solar.

Todo gran viaje necesita una Ítaca para saber que hemos engendrado una utopía, de ahí que “Voces” ya sea desde su raíz un camino incierto de porvenir y se mueva en el incierto destino de las palabras que, cuando están en forma impresa, pudieran parecer una actitud sedentaria, no obstante son un peregrinaje andariego a través de novelas, ensayos, poesía y en fórmulas químicas y matemáticas.

Parodiando a Machado, digo que se hace camino al leer ya que desde la edad de bronce aprendimos que para llegar a la Edad Media, el Renacimiento y lo contemporáneo, debimos trazar y descubrir mágicas alineaciones en donde se han mezclado emociones con razones gracias a la palabra, nuestro inmenso prodigio al que ignoramos al nacer y solo mediante un meticuloso aprendizaje iniciamos nuestro recorrido como aparentes seres superiores. Y subrayo aparente puesto que es mucho mayor lo que ignoramos de este planeta que lo que sabemos. Debe ser por esto que inventamos los diccionarios, para saber el significado de las palabras, de dónde vienen esas voces, cómo se han mezclado y multiplicado, cuáles son sus orígenes y hacia dónde nos llevan.

Las ballenas al igual que las cigarras, las aves y los reptiles tienen la capacidad de comunicarse con los de su especie pero esas “voces” no trascienden su entorno y en su milenario existir, no han dejado huella de una evolución semejante a la que nosotros pudiéramos reconocer hemos tenido. ¿Qué nos da eso sin afán de presumir como especie que aspira a conducirse con mayor capacidad?

Se llama Parlamento a la reunión de pensamientos opuestos o concordantes entre nuestros dirigentes pero eso no nos da ni mayor felicidad ni nos protege de la lluvia y los relámpagos, la palabra nos da la oportunidad del espíritu exhibido en sus diversas maneras y nos permite atesorar el saber acumulado al igual que las tragedias y tristezas de un pasado que podemos convertir en presente permanente. Es la palabra convertida en un cofre de sorpresas la que nos acompaña día tras día para darnos y quitarnos buena parte de eso que llamamos experiencia, conocimiento, felicidad o desdicha. Es en suma, el uso de palabras lo que puede llevarnos a conseguir lo que cada uno de nosotros crea, elabora y considera su propia realización o utopía.

 

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Autor: Jazmín Fajardo

 

Mi voz, esa que difícilmente se calla porque me enseñaron a no tener miedo, a decir lo que pienso y creo.

La de matices graves, pero alegres; la que a veces se torna infantil cuando se proyecta hacia un ser amado, porque a través de ella se expresa mi niña interior juguetona y valiente que, en busca de aceptación, desea ser querida y abrazada.

Mi voz acaricia la luna por la noche, canta y agradece la luz por las mañanas; consuela y sabe dar certeza a los demás, porque se conecta al corazón para traer calma en tiempos de incertidumbre.

Alquimista que dibuja mi futuro e invita al universo a conspirar a mi favor. Es guardiana y guerrera que custodia mi presente y tejedora de las risas, anécdotas e historias que hilvanan mi pasado.

Emite frases que quizá pueden sonar mandonas o exigentes, pero en realidad buscan generar certeza, empatía y unidad a su alrededor.

Mi voz es poderosa y se escucha más fuerte cuando la uso para pronunciar palabras de amor y respeto hacia el otro; no escatima en los ‘te quiero’, ‘me importas’, ‘te admiro’ o los ‘todo va estar bien’.

A veces prefiere el silencio y convertirse en un abrazo, para dejar que el tiempo se encargue de todo…

Mi voz, la que se quiebra y se torna frágil ante el dolor propio o ajeno. La que elijo levantar siempre ante las injusticias ya sea sola o al fundirse con las de otros.

La que siempre se atreve a preguntar, porque gusto de aprender cosas nuevas. La que a veces se tropieza y emite palabras a mil por hora, porque mi mente, que suele ser más veloz que ella, la apresura y avasalla con todas sus locuras e ideas.

Mi voz, la que prefiero auto censurar, cuando se trata de juzgar, criticar o sentenciar a otros, pero puede ser dura, implacable y difícil de callar, cuando se trata de hacer juicios sobre mí. Porque amarme, perdonarme y aceptarme con todos mis matices, contrapuntos y notas fuera de tono, es quizá la partitura más retadora que he venido a interpretar en esta vida.

Mi voz, la que nunca se callará cuando se trate de hablar de mi México, sus raíces, sabores, mil colores y de su gente. La que no se cansa de agradecer esta vida y todas las bendiciones y maestros que ha puesto en mi camino.

La que hoy necesita decirle al mundo que, a través de ella, de nuestra voz, todos tenemos la herramienta y el regalo más poderoso para crear nuestra realidad y cristalizar todos los sueños que habitan en nuestro corazón.

 

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