Los expertos dicen que el confinamiento a causa del COVID-19 adelantó la digitalización y desarrollo tecnológico alrededor de100 años. Del mismo modo que casi cualquier cosa que se nos ocurra se ha modificado por la digitalización y la aparición de las Redes Sociales, ha sucedido con las Campañas Electorales. En cuanto a lo que respecta a los candidatos, han seguido la tendencia de migrar a las Redes Sociales como medio de comunicación e interacción con sus prospectos, todos quieren con ansia tener su perfil en Facebook, twitter, Instagram, TikTok e incluso WhatsApp y Telegram, más la que se popularice en la próxima campaña. Lo mismo sucede con los ganadores ya en funciones. Pero se les olvida que no basta con tener un perfil en cualquiera de estas plataformas y publicar muchas veces al día cualquier ocurrencia, fotos, slogans, memes o canciones, se olvidan que lo más importante es la Estrategia.

Piensan, equivocadamente, que mientras más “likes”, mejor; cómo si eso se fuera a traducir en votos en la casilla electoral. Incluso hay agencias de consultoría política que se atreven a decir que las Redes Sociales han desplazado a la estrategia tradicional.

Todos los jefes de campaña quieren que el candidato se convierta en “influencer” y así gane la elección, pero llegada la campaña no quieren “gastar” mucho en las diversas plataformas y creen que, con poner al sobrino a publicar fotos bonitas y memes, sumar muchos seguidores y tener un slogan padrísimo tendrán el triunfo asegurado… porqué así fue con Obama, o Samuel García en México.

Menudo chasco se llevarán cuando vean que no ganaron. Y si ganaron, no fue por las redes sociales, fue porque el de enfrente era peor (la mayor de las veces) o porque la suerte estuvo de su lado, o por otros motivos que no se definen en las Redes Sociales.

Durante una Campaña Electoral (o ya en funciones) lo primero es contar con una Estrategia, nada debe ser dejado al azar, ni un solo tuit, ni una historia de Instagram. La Estrategia debe tener un Mensaje bien elaborado, el cual necesariamente se obtiene de conocer lo que más importa a los públicos, mediante una Encuesta personalizada que atienda a los intereses particulares de cada candidato o autoridad. El Mensaje es indispensable ya que es el que hará que el prospecto decida su voto en función de qué candidato atiende su problema más importante y el que hará que reafirmen o cambien su preferencia durante la gestión del candidato ganador; de ahí, del mensaje, parte lo demás, incluyendo el contenido de la estrategia en Redes Sociales.

Una vez que se cuenta con directrices para el contenido en las Redes Sociales habrá que definir formato y frecuencia para cada plataforma, recordemos la importancia de tener un tema, un mensaje y repetirlo hasta que a las personas les quede claro, luego habrá que invertir una cantidad importante de dinero para promocionar las publicaciones y dirigirlo a públicos bien definidos (información que obtendremos de las Encuestas) como parte de la Estrategia y en coordinación con las actividades presenciales y la propaganda,  lonas, bardas, calcomanías, etc.; no me cansaré de recalcar que todo esto de acuerdo a la Estrategia.

Es muy importante considerar las restricciones que las mismas Redes Sociales imponen a la propaganda política debido a la polémica que han causado el mal uso de estas y la publicación de noticias falsas. Los directivos de las Redes Sociales se han visto obligados por diversos gobiernos a controlar las publicaciones ya que se ha detectado que tienen gran influencia en el ánimo de las personas, incurriendo en prácticas desleales y peligrosas. Por cierto, recuerden que hay que conocer y obedecer las reglas de las plataformas para evitar ser sancionados.

Ahora bien, seguramente se habrá dado cuenta del triunfo de Samuel García como gobernador de Nuevo León y que lo atribuyen a las Redes Sociales, y sin duda fueron un factor que influyó, pero podemos considerarlo como un caso especial más que cómo un caso de estudio que se pueda replicar muchas veces.

Samuel García tuvo varias características específicas, veamos:

Él y en especial su esposa, Mariana Rodríguez, ya eran “influencers” antes de empezar la campaña. ¿Cuántos candidatos suman alrededor de 5 millones de seguidores en sus redes con ese nivel de influencia?

Se calcula que gastaron 13 mdp semanales en sus Redes Sociales. ¿Cuántos candidatos gastan cantidades similares? Cabe destacar que esto rebasó topes de gasto en campaña, pero a Mariana ya la habían sancionado por esto y no aplicaba una nueva sanción.

La coyuntura hizo que varias de sus publicaciones se viralizaran y esto no es algo que se logre con una fórmula mágica (ojalá así fuera), lo cual contribuye a su posicionamiento, más no a que la gente vote por él.

Tanto la personalidad como el contenido que publica Mariana de manera natural va dirigido a los millennials y centennials, quienes son de los segmentos de población que más usan las Redes Sociales, sobre los cuales tiene un importante nivel de influencia, pero para que compren lo que ella anuncia más que para que voten por su esposo.

No sólo se trata de juntar millones de seguidores, un factor determinante fue que la gente estaba harta del Bronco y buscaban un cambio. Como se puede ver, hay una variedad de factores que influyen, mucho que medir y analizar, no hay ninguna garantía. Lo único que un candidato serio puede y debe hacer es contar con una buena Estrategia con encuestas, tema, mensaje rector, candidato y equipo correctamente capacitados, solo así es posible llevar a cabo una campaña profesional y aspirar al triunfo en las casillas.

LinkedIn: http://mx.linkedin.com/in/rebecadallal/

Twitter: https://twitter.com/rebecadallal

Facebook: https://www.facebook.com/rebecadallal

Facebook Voces: https://www.facebook.com/vocesenelmundo

Escribo esto en una laptop, con mi teléfono móvil junto a mi, tocando música de Rod Stewart (en Spotify) en una bocina bluetooth. Tengo abiertos facebook, twitter (con 5 cuentas), Instagram, Pinterest y tres cuentas de correo electrónico. Espero una reunión virtual por Zoom alrededor del medio día y trabajo de manera colaborativa en una presentación para una propuesta de comercialización.

Esto es un día muy común para mi, pero también para lo es, ahora, para muchas personas en todo el mundo. El trabajo y los estudios en tiempos de Covid se llevan a cabo en casa, desde el aislamiento social. Para algunos esto ya era acostumbrado, aunque lo más seguro es que se combinara trabajar desde casa y asistir de manera ocasional a reuniones con clientes y compañeros de trabajo. Hoy las actividades se vuelven primordialmente remotas y cada uno trabaja desde su casa conectado por lo menos con una decena de personas de manera cotidiana, pero solos.

La situación que vivimos actualmente presenta nos contrastes en varios aspectos, lo que vemos en realidad no corresponde con lo que leemos y escuchamos, es decir, hay una disonancia cognitiva.[1] Por un lado, los noticieros reportan sin cesar las cifras de contagiados y fallecidos, las redes sociales publican a toda hora sobre los hospitales saturados y no paran los Whatsapp con audios y videos alarmantes. Por otro lado, si salimos a la calle hay tranquilidad como nunca: no hay tráfico ni aglomeraciones, casi no hay contaminación; vamos, incluso afuera de los hospitales, como la zona de hospitales al sur de la Ciudad de México, y todo aparece en paz. ¿Cómo no sentirnos confundidos? ¿Cuál de los dos escenarios debe creer nuestra mente?

En casa, la gente que trabaja se levanta temprano y se conecta con sus compañeros de oficina cuando empieza la jornada laboral y el día transcurre entre videoconferencias, el ir y venir de correos electrónicos con archivos de información, incontables Whatsapp que sustituyen los encuentros en los pasillos de la oficina, y una que otra llamada.

Los estudiantes siguen instrucciones precisas de los directivos y maestros de sus escuelas respecto a horarios, plataformas de colaboración, horarios de interacción con los profesores y responden ejercicios y evaluaciones en línea. Se comunican con sus compañeros ya sea por Whatsapp, o usando chats en Instagram, facebook o cualquiera de las otras plataformas de moda.

¡Y qué decir de las actividades sociales que ahora se llevan a cabo en línea como los cumpleaños, graduaciones, catas virtuales, hasta citas concertadas en las aplicaciones para encontrar pareja!

Pero todos ellos, están solos. Al voltear hacia un lado y hacia otro, todas esas personas con las que establecen contacto, no se encuentran físicamente ahí. Todos los compañeros de trabajo y de salón están en otro lugar; se escucha su voz, incluso se ve su imagen en movimiento, pero no se pueden tocar. Otra disonancia cognitiva. Casi todos sus sentidos les dicen que están rodeados de gente, pero están solos.

Aunque varios de nuestros sentidos nos dicen que hay otra persona frente a nosotros, faltan datos importantes que no permiten que nos creamos por completo que los demás están físicamente junto a nosotros, lo cual genera confusión y estrés, aunque sea a nivel subconsciente. Hace falta que podamos sincronizarnos con la otra persona, pero para eso es necesario ver el lenguaje corporal y a través de miradas (detalles que no se aprecian en una pantalla) y falta, de manera muy importante, lo que sucede cuando nos saludamos de mano o de beso y con un abrazo. Tampoco se puede replicar en una fila de ventanas con la imagen de todos el barullo y ambiente en un restaurante o bar, esenciales en una cita o salida con amigos.

Hay cosas que nos se puede replicar en pantalla, por lo que debemos dejar de esforzarnos, dejar de compararlo con la vida real esperando que satisfaga todas nuestras necesidades de contacto social. Es necesario entender que vivimos tiempos de aislamiento, de contacto humano limitado. Sin duda, estar conectados de manera digital facilita las actividades y aligera el aislamiento, pero debemos enfocarnos en conocer y aprender las nuevas maneras de convivencia humana y los ajustes que deberemos hacer para regresar a una nueva normalidad. O, usted ¿qué opina?

[1]  Tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.