Autor : Rebeca Dallal

Desde el primer momento que los vi sentí que eran una parte de mí, literal. Durante varias semanas pasaron muchas horas junto a mí y dependían de mi por completo; cuando mucho estaban a unos metros de distancia.

Al pasar los meses aprendieron, poco a poco, a hacer algunas cosas solos y la distancia aumentó a otros pocos metros más.

Con el tiempo pudieron trasladarse por si mismos, pero siempre dentro de mi rango de visión.

Luego empezaron a tener sus propias actividades, durante horas se iban a sus propios espacios y actividades; estos tiempos fueron en aumento hasta que llegó la pandemia y entonces, como pasó en todo el mundo, estábamos en el mismo lugar otra vez todo el tiempo.

El Covid19 empezó a ceder y fuimos reintegrándonos a nuestras actividades con los ajustes que eso implicaba y regresando a los espacios de estudio, trabajo y diversión… cada quién a los suyos.

Pero ahora, de un día para otro, así… de sopetón, estarán a 9,500 kilómetros de distancia. Y así está bien. No quiere decir que no los extrañaré, seguro lo haré, y mucho! Pero estoy segura de que a esa distancia, en ese lugar, estarán bien, encontrarán oportunidades increíbles, tendrán experiencias memorables y podrán construirse un mejor futuro.

Hoy le regalo a mis hijos la oportunidad de vivir en un lugar donde es posible vivir tranquilo en crear una vida en la que puedan encontrar y hacer las cosas que les apasionan; que llenen sus recuerdos de lugares hermosos y llenos de historia; que agreguen a sus agendas amigos de diversas nacionalidades, creencias conocimientos; que encuentren dónde desarrollar su pasión y dónde aprender lo que más les interesa.

Hoy, aunque a 9,500 kilómetros de distancia, sé que están bien y que, aunque los extrañe mucho, estoy tranquila porque ya empezaron a construir la vida que merecen.

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Autor: Julieta Martínez

Toda mi vida he escuchado que estar en la universidad me va a asegurar un buen futuro. Hablan mucho sobre los beneficios que brinda tener una licenciatura y finalmente ejercerla, pero jamás se habla de ese “inter” tan extraño que es salir de la prepa y tener que escoger una carrera a la que supuestamente te debes de dedicar toda la vida. Porque eso fue lo que más miedo nos daba a mis amigos y a mi. “Escoge bien porque te vas a dedicar a eso toda tu vida”, qué terror. 

Durante ese tiempo hicimos pruebas de aptitudes,  nos llevaron a exposiciones, test vocacionales, etc. Y sinceramente, jamás había estado tan confundida cómo en ese momento de mi vida. Era demasiada información y probablemente había resultados que no eran 100% confiables. Todo me gustaba, pensaba que podía pertenecer a todo. Probablemente muchos de nosotros tuvimos ese sentimiento tan ajeno y extraño a la hora de escoger carrera. O tal vez no, hay gente que tiene muy claro a dónde quiere dirigir su vida y me parece maravilloso. 

Y claro, ni se diga de los comentarios tan innecesarios… “No estudies aquello porque te vas a morir de hambre”, “busca una carrera que medio te guste pero que te de estabilidad económica”, “seguro estás escogiendo esa carrera porque alguien te metió ideas estúpidas en la cabeza”.

Esos y muchos más comentarios llegué a recibir sobre mis posibles elecciones de carrera. Ni se imaginan los comentarios y caras que recibí cuando escogí la buena.

Quiero aclarar que no todo fue trágico y caótico, ya que muchas personas me echaron porras, apoyaron y, principalmente, me escucharon; escucharon lo que me gustaba o interesaba. Es muy importante pedir consejos y orientación a quién uno crea que puede ser de gran ayuda. Y si tampoco quieres hacerlo, también se vale. 

Yo me acerqué a personas con diferentes profesiones a preguntarles su experiencia en la universidad y en el campo laboral, porque claro, nadie “se quiere morir de hambre” y por eso, uno anda de preguntón. 

Cuando llegó el momento de escoger carrera  sentía una ansiedad impresionante, tenía mucha responsabilidad en mí, sentía que mi elección iba a decepcionar o molestar a mi familia. Procuré leer los planes de estudio de aquellas carreras que llamaron mi atención e incluso busqué en Google, “¿De qué trabaja un psicólogo? ¿Qué tipos de psicólogos hay? ¿De qué trata la psicología?”. Honestamente a mi me sirvió para darme una vaga idea y con base a eso tomé la decisión más frustrante y emocionante a mis 17 años. 

Y sí, cuando les comenté a mis familiares que me había quedado en Psicología y no en Arquitectura (porque claro que les eché la mentira de que iba a escoger arquitectura o derecho) se infartaron, se molestaron y unos que otros me felicitaron. Sin embargo, una vez más, varios comentarios innecesarios fueron liberados. 

Y hoy puedo decirles que no me arrepiento de mi elección, pero tampoco voy a negar que llegué a dudar de si estaba en carrera correcta, principalmente porque mis primeros dos años fueron en línea… pero esa es una historia que todos ya nos sabemos. 

Finalmente, hoy que estoy cursando el sexto semestre de la carrera, llegué a tres conclusiones.

La primera puede considerarse muy egoísta, pero pienso que no debemos, ni tenemos porqué cumplir con las expectativas de nuestras familias respecto a la selección de carrera, eventualmente se les bajará el coraje, porque quienes vamos a estar 4 o más años preparándonos, vamos a ser nosotros. 

Segundo, ¡no achiquemos nuestros deseos, sueños y pasiones para estudiar algo que no nos motiva! Solo porque eso es lo que nos va a dar estabilidad económica “más rápido”. Aunque las consecuencias nos den miedo, no podemos arriesgarnos a no seguir nuestras pasiones o intereses. Y muchas, muchas veces, esas pasiones e intereses no tienen absolutamente nada que ver con lo académico. ¡Y también está bien!, porque cómo dije, eventualmente se le bajará el coraje a nuestras familias por no haber sido médico o por haber decidido vivir en la playa y dejar de estudiar en la universidad.

Y tercero, no tiene nada de negativo tener un título universitario y no querer ejercer nunca. Nuestras pasiones, sueños, intereses y deseos están propensos al cambio. La vida no se acaba por haber o no estudiado una carrera, no podemos pasar nuestras vidas angustiados por no estar donde nuestro corazoncito se sienta a gusto. 

Hoy que estoy estudiando la carrera en Psicología y tengo 20 años, puedo decir que me emociona y me llena de esperanza estudiar algo tan bonito. Me conmueve mucho estar en una carrera que no sólo me forma cómo profesionista, porque a mi parecer, eso no es lo más relevante. Sino que es una carrera que me está formando cómo ser humano y genuinamente lo aprecio mucho.

 

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