La información nos bombardea por todas partes. En televisión y radio, de la manera tradicional, en los noticieros y cortes informativos. En redes sociales a través de un sinfín de páginas de noticias y no faltan los amigos que comparten publicaciones con la información del momento. Bueno, hasta en los grupos de Whatsapp nos mandan el chisme del día. Pero en todo este infinito mar de noticias, ¿cuántas son de las cosas que realmente importan?

En estos días de casi mediados de abril la atención de todos se ha ido hacia un logotipo del aeropuerto, en vías de construcción, el Aeropuerto Felipe Ángeles. Que si los colores no contrastan y no tienen fuerza; que si los elementos elegidos son demasiados; que si la síntesis y el tratamiento no son uniformes; que si al avión le falta una turbina; que si el avión va a chocar con la torre de control; que si el mamut no se distingue… ¿Qué hace ahí el mamut?

Mientras todos opinamos, escuchamos y compartimos memes sobre el aeropuerto, en México suceden estos temas críticos:

– La aprobación del registro de datos biométricos en telefonía celular

– Nuevos libros de texto doctrinarios, a confesión expresa de Marx Arriaga y López Obrador

– Ataque al INE (generalizado)

– Salgado Macedonio y Mario Delgado amenazando abiertamente a las autoridades electorales y movilizando a la sociedad civil

– Mentiras de María Elena Álvarez-Buylla, directora del CONACYT, sobre la vacuna Covid-19 que se está desarrollando en México

– El personal de salud del sector privado sin vacunar, decisión recalcitrante del gobierno, aún ante la amenaza de una tercera ola de Covid-19

– Propuesta de 7% de aumento del costo de servicios de streaming (Netflix, Disney+, etc.)

– 190,000 muertes por COVID que podrían haberse evitado, pero no fue así por el mal manejo de la pandemia por parte de nuestras autoridades

– Centenas de millares de empresas quebradas por la crisis económica (reforzada por el confinamiento de la pandemia) con millones de personas y familias sin un ingreso

– Falta de medicamentos, básicos y especializados (como los tratamientos contra el cáncer, VIH, psiquiátricos, entre otros)

– La aprobación de una iniciativa para integrar a militares al Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación, aumentando el poder de la milicia

Y lo que se escucha y se lee en todas partes son las críticas al logotipo del aeropuerto que todavía no existe.

Sin poder definir una fecha específica, si podemos afirmar que hemos perdido la brújula de lo importante, de los temas que tienen un impacto real en la vida de las personas.

De acuerdo con la Pirámide de Maslow, entre las necesidades básicas de una persona están su alimentación, salud, descanso, seguridad y familia; en México hay más de 60 millones de pobres. Aproximadamente la mitad de la población (cifra que sigue en aumento) no tiene cubiertas sus necesidades básicas, lo cual sí debería ser una prioridad.

Los ciudadanos hemos tolerado y sido cómplices de que nuestro gobierno se olvide de sus promesas de campaña, distraiga su atención en intereses partidistas y personales, y se pierda en luchas de poder. Los ciudadanos hemos sido envueltos en el torbellino de chismes de políticos y candidatos que, más que servidores públicos, son actores, cantantes y deportistas que buscan fama y poder, lo cual nos hace perder de vista nuestras necesidades.

Mientras tengamos la mente nublada con chismes y escándalos no podremos identificar las prioridades y, mucho menos, exigir a nuestras autoridades que se enfoquen en resolverlas.

Las elecciones más grandes de la historia de México están a la vuelta de la esquina, valdría la pena poner atención a lo que realmente importa, conocer a los candidatos, reflexionar un poco y votar con nuestras prioridades en mente. ¿No cree usted?

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Escribo esto en una laptop, con mi teléfono móvil junto a mi, tocando música de Rod Stewart (en Spotify) en una bocina bluetooth. Tengo abiertos facebook, twitter (con 5 cuentas), Instagram, Pinterest y tres cuentas de correo electrónico. Espero una reunión virtual por Zoom alrededor del medio día y trabajo de manera colaborativa en una presentación para una propuesta de comercialización.

Esto es un día muy común para mi, pero también para lo es, ahora, para muchas personas en todo el mundo. El trabajo y los estudios en tiempos de Covid se llevan a cabo en casa, desde el aislamiento social. Para algunos esto ya era acostumbrado, aunque lo más seguro es que se combinara trabajar desde casa y asistir de manera ocasional a reuniones con clientes y compañeros de trabajo. Hoy las actividades se vuelven primordialmente remotas y cada uno trabaja desde su casa conectado por lo menos con una decena de personas de manera cotidiana, pero solos.

La situación que vivimos actualmente presenta nos contrastes en varios aspectos, lo que vemos en realidad no corresponde con lo que leemos y escuchamos, es decir, hay una disonancia cognitiva.[1] Por un lado, los noticieros reportan sin cesar las cifras de contagiados y fallecidos, las redes sociales publican a toda hora sobre los hospitales saturados y no paran los Whatsapp con audios y videos alarmantes. Por otro lado, si salimos a la calle hay tranquilidad como nunca: no hay tráfico ni aglomeraciones, casi no hay contaminación; vamos, incluso afuera de los hospitales, como la zona de hospitales al sur de la Ciudad de México, y todo aparece en paz. ¿Cómo no sentirnos confundidos? ¿Cuál de los dos escenarios debe creer nuestra mente?

En casa, la gente que trabaja se levanta temprano y se conecta con sus compañeros de oficina cuando empieza la jornada laboral y el día transcurre entre videoconferencias, el ir y venir de correos electrónicos con archivos de información, incontables Whatsapp que sustituyen los encuentros en los pasillos de la oficina, y una que otra llamada.

Los estudiantes siguen instrucciones precisas de los directivos y maestros de sus escuelas respecto a horarios, plataformas de colaboración, horarios de interacción con los profesores y responden ejercicios y evaluaciones en línea. Se comunican con sus compañeros ya sea por Whatsapp, o usando chats en Instagram, facebook o cualquiera de las otras plataformas de moda.

¡Y qué decir de las actividades sociales que ahora se llevan a cabo en línea como los cumpleaños, graduaciones, catas virtuales, hasta citas concertadas en las aplicaciones para encontrar pareja!

Pero todos ellos, están solos. Al voltear hacia un lado y hacia otro, todas esas personas con las que establecen contacto, no se encuentran físicamente ahí. Todos los compañeros de trabajo y de salón están en otro lugar; se escucha su voz, incluso se ve su imagen en movimiento, pero no se pueden tocar. Otra disonancia cognitiva. Casi todos sus sentidos les dicen que están rodeados de gente, pero están solos.

Aunque varios de nuestros sentidos nos dicen que hay otra persona frente a nosotros, faltan datos importantes que no permiten que nos creamos por completo que los demás están físicamente junto a nosotros, lo cual genera confusión y estrés, aunque sea a nivel subconsciente. Hace falta que podamos sincronizarnos con la otra persona, pero para eso es necesario ver el lenguaje corporal y a través de miradas (detalles que no se aprecian en una pantalla) y falta, de manera muy importante, lo que sucede cuando nos saludamos de mano o de beso y con un abrazo. Tampoco se puede replicar en una fila de ventanas con la imagen de todos el barullo y ambiente en un restaurante o bar, esenciales en una cita o salida con amigos.

Hay cosas que nos se puede replicar en pantalla, por lo que debemos dejar de esforzarnos, dejar de compararlo con la vida real esperando que satisfaga todas nuestras necesidades de contacto social. Es necesario entender que vivimos tiempos de aislamiento, de contacto humano limitado. Sin duda, estar conectados de manera digital facilita las actividades y aligera el aislamiento, pero debemos enfocarnos en conocer y aprender las nuevas maneras de convivencia humana y los ajustes que deberemos hacer para regresar a una nueva normalidad. O, usted ¿qué opina?

[1]  Tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.