Política, una palabra que provoca tensión. Para algunos es un grupo de personas que trasgreden las leyes con elfin de buscar beneficio personal. Para otros, implica posibilidad, una oportunidad de lograr de manera colectiva lo que es imposible de hacer individualmente. O ambas.

La política es, de raíz, la manera en la que tomamos decisiones colectivas, es esencial para resolver problemas comunes, desde la pobreza hasta el cambio climático parando por una pandemia (como la del COVID-19), la guerra o la corrupción.

Pero la política resulta ser un arma de dos filos, a la vez que resuelve problemas, crea otros. La necesitamos, pero también la odiamos. Hemos buscado alternativas coo la tecnología o líderes morales para que resuelvan los problemas, pero sin la política lo demás resulta ser una clase de dioses falsos ya que cualquier propuesta tecnológica, cualquiera que diga que habla para y por la gente se topará con la tendencia a estar en desacuerdo, a disentir y desertar que tenemos los humanos.

De modo tal que la política es la manera que tenemos de abordar estos desacuerdos, la política es inevitable. En las elecciones hay ganadores y perdedores; gastar dinero en un mundo desigual implica que habrá quienes paguen más que otros; contar con policías o ejércitos para protegernos implica la inevitable pregunta ¿quién nos protege de ellos? Cada vez que tratemos de diminuir la política en un lugar, aparecerá en otro. De modo que si queremos que las cosas sucedan más allá de nuestro hogar, necesitamos a la política, nos guste o no.

Hay cosas que todos queremos, a pesar de nuestras diferencias. Aunque las personas parezcan polarizadas, estarán de acuerdo en algunas cosas. Y son cinco cosas -democracia, equidad, solidaridad, seguridad y prosperidad-  que están en el corazón de los retos existenciales y que, aveces, se convierten en verdaderas trampas. Para esto es que debe servir la política.

 

Democracia

Un concepto polémico, pero tomémoslo como el derecho y la labilidad del público en masa para elegir y reemplazar a sus líderes. Alrededor de la mitad de la población mundial vive actualmente en países que se consideran democráticos. Y, a pesar de que solo la mitad del mundo vive en una democracia, la ideas es atractiva para muchos más, incluyendo a aquellos atorados en países con gobiernos autoritarios. El ochenta y seis por ciento de las personas en el mundo(1) piensan que tener una democracia es ‘muy’ ó ‘bastante’ buena manera de gobernar un país.

La década pasada ha sido difícil para la democracia. La ‘tercera ola’ de transiciones democráticas que empezó a mediados de los años setenta y barrió con los regímenes comunistas a principios de la década de los noventas se agotó, o incluso revirtió, para comienzos del siglo veintiuno. El éxito de partidos populistas, los controvertidos referendums en países como Estados Unidos o el Reino Unido, así como el ataque a los principales medios de comunicación y la burocracia han enturbiado más de un gobierno democrático.

A pesar del alto nivel de aceptación de las democracias, estas se han visto sometidas a grandes presiones al presentarse casos en los cuales no parecer ser instrumento suficiente para definir nada. Asimismo se han presentado casos en los que la polarización política hace temblar a las democracias; sin embargo, la democracia subsiste, a pesar de sus fallas. Es crítico, ahora más que nunca, descubrir que es lo que la hace tan efectiva y resaltar esas características a la vez que se busque resolver las fallas que pueda tener, particularmente a falta de alguna alternativa mejor.

 

Equidad

El concepto de equidad tiene, según quién lo diga, diversos significados, pero básicamente es la idea que todos deben ser tratados de la misma manera, sin favoritismos, imparcialmente y de manera igual. A pesar de que hay situaciones que generan inequidad en el trato, como el racismo y el sexismo, son pocos quieres argumentan que las personas deben ser sistemáticamente tratadas de manera diferente. Sin embargo, la equidad va más allá de los procesos y el trato justo, debe llegar hasta las oportunidades y resultados, y es aquí donde el debate público se calienta. La política básica de izquierda o derecha discute si los ingresos de los más ricos deben ser sujeto de mayores impuestos y redistribuidos a aquellos con menos recursos, lo cual lleva la enorme diferencia de ingresos en la mayoría de los países. Más del noventa por ciento de la población está de acuerdo en que la diferencia debe reducirse y el setenta por ciento dice que el gobierno es quien debe llevar a cabo más acciones para reducir la inequidad en ingresos. Del mismo modo, setenta por ciento de los ciudadanos están de acuerdo en que a los políticos no les importa reducir tal inequidad. Estos altos niveles de inequidad ocasiona una gran insatisfacción en la vida cotidiana de la gente.

Durante las últimas décadas en los países desarrollados se ha incrementado la disparidad de ingresos debido, por un lado, al estancamiento de salarios (particularmente en relación con la inflación) y, por el otro lado, los exhorbitantes salarios de altos ejecutivos en grandes empresas industriales y tecnológicas. La pandemia COVID-19 y sus efectos económicos, así como la reducción en el índice democrático en alrededor de una veintena de países ha ocasionado un incremento en la cantidad de pobres. Debido a estas causas, entre otras (migración, conflictos armados, etc.), los niveles de inequidad a nivel global han aumentado.

Los efectos políticos del aumento de la inequidad han sido profundos, lo cual se observa en el movimiento de las preferencias por izquierda-derecha en América y en Europa, los populistas denunciando y buscando culpables para sus fracasos y haciendo que la equidad cobre relevancia en el entorno político.

 

Solidaridad

La solidaridad es el apoyo que alguien brinda a los demás ciudadanos cuando estos atraviesan por periodos difíciles. Nuestra vida rara vez está exenta de caídas, enfermedades, desastres y diversos tipos de contratiempos, de altibajos, pues. Un debate frecuente es quién debe proveer esa solidaridad, y cuánta; ya sea el estado, organismos no gubernamentales, la iglesia, que se delimite a los ciudadanos locales, a los más pobres o a cualquiera que lo necesite, la solidaridad es un impulso humano compartido a lo largo y ancho del mundo.

En muchos de los países democráticos algunas de las políticas más populares son las solidarias: La seguridad social, los servicios de salud, educación, vivienda y comida son algunos de los rubros que alrededor del ochenta y cinco por ciento de las personas en países desarrollados piensan que el gobierno debe proveer.

La salud pública es un rubro que merece particular atención, siempre ha habido partidas destinadas para ayudar a “otros” grupos vulnerables, nada que generara mayor preocupación, pero la pandemia COVID-19 se encargó de cambiar esa percepción de riesgo de salud de manera drástica. El mundo se enfrentó q una amenaza de salud que afectó por igual a ricos y pobres, a todas las religiones y trascendió fronteras. La pandemia también evidenció la enorme disparidad del acceso a la salud e hizo gran énfasis en la solidaridad a nivel global, nos dimos cuenta que un virus que surge en un lugar tropical, en medio de la pobreza, es capaz de llegar hasta las mansiones más lujosas de cualquier zona exclusiva del mundo.

 

Seguridad

Uno de los instintos básicos del ser humano es estar seguro y sobrevivir. Sin duda, todos estamos de acuerdo que queremos seguir vivos y estar bien. El setenta por ciento(2) de las personas dicen que prefieren la seguridad sobre la libertad, con cifras más altas en aquellos países en los que ha habido guerra reciente. Desde que el ser humano tiene memoria, la guerra humana ha formado una trágica parte de la vida, aunque las generaciones actuales, globalmente hablando, no la han experimentado en persona.

La vida cotidiana es hoy más segura que en el pasado. Conservar la paz ahora es responsabilidad de expertos cuerpos policiales que están mejor capacitados y equipados para mantener el orden público. La confianza en la policía (a nivel global y de manera general) alta, más de tres cuartas partes(3) de las personas en Estados Unidles, el Reino Unido, Alemania y Japón tienen una nivel de confianza alto o muy alto en la policía. Es en los países que tienen índices de crimen y homicidios más altos, como México, Brasil, Guatemala, Afganistán, Haití, Sudáfrica, entre muchos otros, en los que la confianza en la policía es, comprensiblemente, más baja y la exigencia de seguridad es especialmente alta.

Las últimas décadas han visto un crecimiento en los niveles de violencia entre estados, ya sea terrorismo, guerras civiles, narcoviolencia o abuso de los derechos humanos. La violencia policial es también un tema toral en los debates políticos en los países desarrollados y los últimos diez años han sido los más violentos desde la Segunda Guerra Mundial con brotes endémicos de violencia como en Afganistán, pero también con crecientes índices de violencia debido al narcotráfico y los cárteles. Será posible que los solados y policías que tienen como tarea salvaguardad nuestra seguridad se purifiquen y cumplan con su misión? Esa, entre otras tareas, es uno de los objetivos de la política.

 

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(1), (2), (3) World Value Survey https://www.worldvaluessurvey.org