Autor: Rebeca Dallal

Los medios de comunicación juegan un papel crítico en una campaña ya que crea el enlace entre los partidos políticos, los candidatos y los ciudadanos. La gran extensión (y en aumento) de su cobertura los convierte en una herramienta que actualmente se utiliza para consolidar ideologías y Encuadres[1], particularmente en los modelos democráticos. Esta cobertura se sirve de las noticias y los formatos diversos que ofrecen las redes sociales para transmitir la información a los ciudadanos, quienes eventualmente tomarán sus decisiones basadas en esa cobertura mediática[2].

Los estrategas de campaña buscan encuadrar la campaña electoral en torno a temas que favorecen a su candidato, obviamente. Para un equipo eso puede requerir vincular al oponente con temas adversos, como recesión económica, violencia, etc. De tal modo que es necesario ejecutar varios métodos para definir con fuerza la estructura deseada. Una de ellas es lograr que tanto portavoces oficiales como personajes de alto perfil no ligados de manera oficial con el candidato pasen un sinfín de horas hablando en programas de radio, tv y medios digitales, así como a públicos a todo lo largo y ancho de la demarcación donde se llevará a cabo la campaña. De igual manera, el candidato debe presentarse a entrevistas con la prensa, emitir comunicados oficiales cuando los eventos de coyuntura requieran una reacción, y correr numerosos anuncios en diversos medios. Estas tácticas se utilizan con el fin de dictar línea en la campaña electoral, ya sea sobre qué temas se discutirán y cómo será el debate, en una manera vertical de arriba hacia abajo con disciplina y control. Durante este proceso, cuando la relevancia del candidato así lo requiera, también participarán líderes de los diversos partidos en las Cámaras utilizando estructuras afines y contrarias para definir los términos de el debate en el Congreso. También se verán involucrados grupos de interés de manera similar para crear debates en temas controversiales y populares para posicionarse a favor o en contra de los candidatos, propios y contrincantes.

Cabe reconocer que, en ocasiones, cuando este proceso es centralizado y de arriba hacia abajo, puede disminuir la credibilidad y la aceptación masiva de formatos y mensajes, especialmente si el público o los seguidores potenciales visualizan la información como proveniente de una campaña en particular. La credibilidad de una fuente puede tener un fuerte impacto en la capacidad que el público tenga de aceptar Encuadres de alguna fuente en especial. Cuando en una campaña sucede tal cosa es necesario complementar la visión vertical con la participación de personajes voluntarios que no pertenezcan a la misma estructura. Durante una campaña se espera que, si parte de los mensajes provienen de aparentes voluntarios, esto puede resultar más creíbles y persuasivos tanto a los voluntarios como al público en general.

Para tales efectos se puede cultivar una red de apoyo de personas que pertenecen al público general, tal como en el caso de las campañas de Obama (2008 y 2012), y permitirles que contribuyan a definir los términos y el tono del debate, tanto a nivel colectivo como individual. Este grupo de apoyo se puede construir a través del canvaseo, pero tendrá mucho mayor impacto si se utilizan medios y herramientas digitales para crear, diseminar y ampliar los Encuadres. En algunas campañas se puede extender la riqueza de recursos para comprometer ciudadanos de apoyo, quienes a su vez contribuirán con características únicas de acuerdo a los intereses específicos de su comunidad.

Caso de estudio: Campaña de Barack Obama 2008

El equipo de campaña de Obama habilitó un sitio web que contenía videos, discursos, fotografías y manuales que proveían a la gente con materia prima para crear su propio contenido de apoyo para Obama. Gracias a esto quienes lo apoyaban crearon más de 400,000 publicaciones de blog en el sitio. La campaña nunca habría podido crear tanto contenido por sí misma, y fue mejor que no lo hayan hecho ya que el contenido en video auténticamente generado por los usuarios era más convincente y ganó más apoyo que las producciones oficiales ya que tenía un grado de confiabilidad más alto debido a que lo generó gente con creencias similares, compartían la misma visión política o tienen la misma edad o género que quienes vieron tales videos. Las campañas de Obama son siempre un referente debido a la gran influencia que tuvieron las Redes Sociales, sin embargo, el gasto en medios tradicionales fue mucho mayor ($352 millones USD) que en internet ($38 millones USD), aunque el impacto en internet fue mayor debido a todo el contenido creado por usuarios. Bien vale la pena adoptar esto como buenas prácticas.

Cada una de las publicaciones en facebook, twitter, Instagram, TikTok, videos de YouTube, podcasts, correos electrónicos, llamadas y conversaciones en personas ayudan a encuadrar una campaña. El día de la elección la actividad en línea debe aumentar entre un 30% y un 50% si es que la estrategia se hizo correctamente; además, debe aumentar más que la actividad de los contrincantes. Cabe recordar que los resultados de encuestas en línea no son vinculantes al resultado de las urnas, ya que hay que destacar que muchas regiones no cuentan con una penetración de internet relevante, pero sí representan una cantidad importante de votos, especialmente en países en vías de desarrollo.

Las tácticas en línea no eran posibles hace 20 años; tampoco tenían la misma magnitud y peso hace 10 años. Esto nos lleva a pensar en la importancia del papel que juega la tecnología al encuadrar una campaña. Aun más, en marzo del 2020 el confinamiento global debido a la Pandemia de COVID-19 fue un catalizador para que las personas adoptaran y usaran mucho más el internet. De acuerdo a la revista Forbes, el uso de internet creció entre 50% y 70% debido a la pandemia, Pew Research ubica este crecimiento en 58%.

Si sumamos el aislamiento social o la “sana distancia” que la pandemia nos obliga a tener con el incremento del uso de internet, podemos entender que la relevancia del uso de los medios digitales para encuadrar una campaña electoral se ha incrementado exponencialmente, lo cual nos obliga a diseñar una estrategia de comunicación otorgando gran peso a los mensajes que se van a difundir por estos medios, pero sin descuidar la comunicación que se realice en medios tradicionales, en las calles y la del propio candidato en persona. Esto será tema a desarrollar con más detalle en un texto aparte.

[1] El concepto del framing (en español: ‘marco’ o ‘Encuadre’) viene de las ciencias sociales. Un frame es una estructura cargada de sentidos que utilizamos para interpretar lo que percibimos desde el marco de referencias que tenemos como sujetos sociales y políticos. Framing es un término que se encuentra frecuentemente en la sociología y los estudios de los medios de comunicación. El científico social Erving Goffman (1974), definió al frame o Encuadre como un esquema de interpretación que permite a los individuos percibir, etiquetar, ordenar, seleccionar e interpretar los sucesos o situaciones del entorno. Bajo estos linea­mientos se desarrolló la corriente del i­ssue o frame-estratégico. Esta teoría sostiene que el apoyo hacia una propuesta política determinada aumenta si se logra dominar la discusión pública sobre el tema en cuestión.

[2] Matthes, J. (2012). Framing politics: An integrative approach. American Behavioral Scientist , 56(3), 247-259. doi: 10.1177/0002764211426324

 

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Autor: Alejandro Gándara Alvarado

Ante la insistencia del Gobierno de la República en materia de Seguridad Ciudadana de no enfrentar a los integrantes del crimen organizado y los números que arroja en materia de muertos, secuestros y asaltos, en este tema es indispensable repasar cifras oficiales y de organismos no gubernamentales para analizar fríamente si el modelo de la actual administración sirve, y para qué.

Los críticos del gobierno actual no le dejan pasar una sola muerte o escándalo en materia de seguridad a la actual administración, a su vez, el gobierno central se cuelga rápidamente de cualquier cifra que marque un descenso (por pírrico que parezca) para demostrar que el trabajo se hace y se hace bien.

Inclusive en las propias dependencias del gobierno federal existen fuertes contradicciones como las dadas a conocer el pasado 5 de julio cuando el periodista Jorge Ramos increpó al presidente López Obrador al decirle que el combate al crimen es un fracaso:

– Pero no hay resultados, insistió Ramos.

 “Como no, si hay, yo respeto tu punto de vista pero no lo comparto”.

 -Son solo las cifras de su propio Gobierno, yo la saqué de su Gobierno, enfatizó el periodista.

 “Yo creo que te dieron mal las cifras, yo tengo otros datos”, reiteró el Mandatario. “Te vamos a dar los datos y acabo de informar el día primero en el tiempo que llevamos a habido una disminución, repito, mínima, en el caso de homicidio del 3 por ciento”, defendió.

Hasta al interior del Gobierno hay discrepancias. Como confiar entonces que se está trabajando correctamente para que la ciudadanía podamos recuperar el territorio nacional y transitarlo con tranquilidad si ni en el Gobierno hay coincidencia.

Repasemos con calma estudios serios que se hacen con frecuencia, tal es el caso del Instituto para la Economía y la Paz quién reconoce que: “La tasa de crímenes de la delincuencia organizada ha aumentado en un 40.5% desde 2015.”

Lo anterior se debe a la fragmentación de las principales organizaciones delictivas y a la proliferación de grupos delictivos organizados más pequeños que han intensificado la competencia por el territorio, el acceso a las rutas del narcotráfico y el control de las actividades ilícitas.

La violencia con armas de fuego ha aumentado en consonancia con la actividad de la delincuencia organizada, y los enfrentamientos violentos entre grupos delictivos rivales han elevado la tasa de homicidios en México; en 2020, se estimó que hasta dos tercios de los homicidios ocurridos en México estaban relacionados con la delincuencia organizada. Se estima que el impacto económico de la violencia en México fue de 4.71 billones de pesos (US$ 221 mil millones) en 2020, lo que equivale al 22.5% del PIB de México. Este monto es más de siete veces mayor que el gasto del Gobierno en el sistema de salud pública y más de seis veces mayor que el gasto del Gobierno en el sistema educativo en 2020. Sobre una base per cápita, el impacto económico de la violencia fue de $36,893 pesos (US$ 1,730), aproximadamente dos veces el salario mensual promedio en México. Si el nivel de violencia en todos los estados se redujera al nivel de los cinco estados más pacíficos, esto daría como resultado un dividendo de paz de 3.3 billones de pesos (US$ 154 mil millones) al año, lo que equivale al 16% del PIB de México[1].

El impacto económico de la violencia mejoró por segundo año consecutivo en 2020, disminuyendo un 1.8%, u 88 mil millones de pesos, con respecto al año anterior. En 2020, la mejora estuvo liderada por la disminución de delitos oportunistas, como secuestro, robo, extorsión y asaltos violentos. A esto le siguieron mejoras en el impacto económico del homicidio, que cayó 72.3 mil millones de pesos en 2020[2]. Sin embargo, los gastos militares y de protección privada aumentaron con respecto al año anterior.

Para abordar eficazmente la violencia, México debe aumentar su gasto en el sistema de justicia penal. En 2020, México reportó el gasto en seguridad y justicia nacional más bajo como porcentaje del PIB de los 37 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), del 0.73% del PIB. Esto es menos de la mitad del promedio de la OCDE, de 1.68%[3]. También es el porcentaje más bajo de todos los países de América Latina y el Caribe, cuya tasa promedio en la región es similar al promedio de la OCDE.

Teoricemos. La cuestión del orden social empieza a volverse un problema cuando se estima que para instaurarlo o conservarlo se hace necesario recurrir a la violencia, aunque sea como instrumento residual, para lograr la obediencia de determinados individuos, dado que el orden no es algo ineludible. De esta manera, la violencia -es decir: el uso de la fuerza física que amenaza o lesiona la vida humana o la integridad personal, que se aplica de forma finalista con la intención de dañar o destruir y para la consecución de determinados fines- es considerada un instrumento imprescindible para asegurar la convivencia pacífica y el acatamiento a las normas, deviniendo parte de lo político-institucional por cuanto se atribuye al estado el monopolio legal del poder, en el sentido de ser la autoridad que realiza el ajuste final de los conflictos entre individuos o grupos, si llega a ser necesario, mediante el empleo de la violencia. Nada nuevo aquí, dirán los estudiosos de la Ciencia Política; fue el propio politólogo alemán Max Weber quien precisó el concepto que define a una sola entidad, el Estado, en ejercicio de la autoridad sobre la violencia en un determinado territorio, resulta importante resaltar que el propio Weber enfatizaba que dicho monopolio debe producirse a través de un proceso de legitimación. En su ensayo La Política como Vocación publicado en 1919, Weber introduce al lector en algunos de los conceptos políticos fundamentales junto a los conceptos de política y de Estado, los tipos de dominación, el Estado moderno y la democracia plebiscitaria y es importante destacar que el Gobierno actual lo tiene, pero se niega a ejercerlo.

Hay varias formas de ejercer la fuerza del Estado, una de ellas lejos de recurrir a las Fuerzas Armadas, es fortalecer las instituciones civiles y tomar acciones en lo local. El uso del Ejército pareciese un acto de fuerza, pero en realidad es una muestra de debilidad del Estado mexicano, así lo planteó Jaime Domingo López Buitrón, presidente de la Comisión de Seguridad Pública del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

Mientras la discusión encuentra nuevas formas de reproducirse, en las calles la violencia o la percepción por violencia aumenta, los datos que refleja la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (junio 2021) del INEGI lo deja en claro:

Cuadro 1: porcentaje de la población de 18 años y más que se siente insegura por tipo de lugar. Marzo de 2021 y junio de 2021 (Porcentaje)

   Nadie puede contra la fuerza del Estado, no existe grupo criminal, individuo o asociación que se le pueda enfrentar, por lo que resulta extraño esta falta de interés por utilizar algo que es connatural. El no hacerlo se presta, por obviedad, a todo tipo de especulaciones; y desde luego basta recordar lo ocurrido en Michoacán en mayo de 2014 cuando el ex-gobernador interino y ex-secretario General de Gobierno de Michoacán José Jesús Reyna García fue consignado al Centro Federal de Readaptación Social número 1, Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México.

El Ministerio Público Federal reunió -entonces- elementos para acusar al exfuncionario michoacano de posibles vínculos con Los Caballeros Templarios y su líder, Servando Gómez Martínez, La Tuta, bajo los cargos de delincuencia organizada, en la modalidad de fomento de delitos contra la salud.

Esto es, ¿acaso el crimen organizado está ya incrustado en algunas áreas del Gobierno (Federal, Estatal, Municipal)? de ser así el daño y el tiempo para recuperar el orden, la organización, la libertad y la tranquilidad en el país está seriamente dañada y eso nos llevará mucho, pero mucho tiempo recuperar.

 

[1] Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP). (2020). “Boletín Ranking 2019 de las 50 ciudades más violentas del mundo”. Seguridad, Justicia y Paz.

[2] Associated Press. (2020). “Mexico sees most journalists killed in 2020, group says”. AP NEWS.

[3]  Cálculo utilizando datos del SESNSP y estimación de Lantia Consultores de homicidios relacionados con la delincuencia organizada en Beittel, J.S. (2020). Mexico: Organized Crime and Drug Trafficking Organizations. Congressional Research Service.

 

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