Autor: Brígido Navarrete

¿Qué más amenazante para un marinero que escuchar el canto de las sirenas? Oírlo es mortal. Se dice que cuando un marinero escucha ese canto, ya no hay vuelta atrás, es una voz con gran dulzura, melodiosa, hermosa. Atraen a los barcos, los marineros quedan embelesados y hacían todo por seguir esas melodiosas voces, incluso se arrojaban de los barcos para seguir escuchando. Nunca se sabia que pasaba con quien escuchaba su canto, se sospecha que los arrastraban al fondo del mar para comerlos, que los volvían sus esclavos o simplemente los mataban, nunca nadie regreso para contarlo. Regresando a casa después de la guerra de Troya, Ulises paso por los dominios de las sirenas, sin embargo, logro escapar de su canto. Pidió que lo amarraran a un mástil y no le hicieran caso a lo que les decía a sus compañeros, que no oyeran sus suplicas, mientras el resto de la tripulación se tapó los oídos con cera, así se salvaron. 

Así como la amenaza de estos cantos, existen otras amenazas que no nos permitimos escuchar, que, sin siquiera saberlo, preferimos no oír. Esto es nuestra voz interior, la cual viene de un lugar inalcanzable para ninguno de nosotros, procede de nuestro inconsciente y nos habla todo el tiempo, pero nunca lo escuchamos realmente. 

Se dice que la voz interior es, según algunos investigadores, una herramienta que genera nuestra narrativa autobiográfica. Algunos la llaman conciencia, un registro de memoria que organiza y da sentido y forma a nuestras ideas y planes. Una especie de mapa que nos muestra hacia dónde debemos ir, tomando en cuenta de dónde venimos. 

Al decir que es una voz, pensamos en las palabras que nos dice, sin embargo, no siempre es así. No siempre se logra poner palabras a los pensamientos que tenemos, incluso no se les puede dar forma y más aun, a veces no podemos pensarlos. Para poder dar un ejemplo de esto, lo más fácil seria pensar en los sueños. Siempre soñamos, pero no siempre podemos recordarlos, y si logramos recordarlo, a veces no podemos explicarlos. 

El origen de esta voz interior esta en un espacio virtual de nuestro aparato psíquico, en la parte inconsciente de este. Allí se aloja lo que ha estado en nosotros desde el principio, incluso se ha llegado a pensar que allí está la información que se va pasando de generación en generación. El inconsciente, mantiene información que no sabemos que teníamos, la cual pugna constantemente por salir, pero hay otras entidades en nuestro aparato psíquico que impide que sean liberados estos impulsos. Las instancias superiores del aparato psíquico los cataloga como amenazantes, con un potencial de daño que hace que tengan que ser censurados constantemente. Para poder explicarlo, podemos regresar a los sueños. En los procesos oníricos, al dormir, permitimos dar paso a estos impulsos, mas el camino que siguen es a través del engaño, son modificados para que no sean censurados y puedan expresarse. Así, cuando tenemos un sueño sin orden, con eventos, escenas o frases inverosímiles, abigarradas, fuera de contexto, es nuestro inconsciente dando cauce a lo irrepresentable. Entre más extraño y estrafalario sea el sueño, mas podemos inferir la presencia del inconsciente. Mas no solo sucede en el sueño, esta presente todo el tiempo, en todo momento. 

Así pues, dentro de nosotros existe una fuerza pulsante que trata de liberarse, mas es contenida por nosotros mismos, pero logra expresarse a pesar de no poder salir. Esta búsqueda de liberación se asocia a la búsqueda de aquello que lo simbolice, que le de cause a la pulsión. Todos nuestros pensamientos y actos se utilizan para tal fin. Es una fuerza cruda que nos ha hecho lo que somos, nos ha hecho subsistir y sobrevivir. Nos dice si podemos cruzar una calle, nos dice si debemos de tener cuidado, nos dice que tenemos que buscar comida, nos dice que debemos defendernos. Ya sea que la escuchemos o no, allí esta. Ya sea que la entendamos o no, allí esta. Al igual que el canto de las Sirenas, no sabemos que hay mas allá, nunca lo sabremos porque si nos dejáramos vencer, no hay retorno. Así como Ulises y sus compañeros, lo único que nos queda es luchar contra ello o ignorarlo, pero siempre será el canto que nos guíe.