Lo anormal ya es normal

El 31 de diciembre del 2019 todos pensábamos en los propósitos de un Año Nuevo más. Muchos de ellos reciclados: bajar de peso, hacer ejercicio, acabar la tesis, ahorrar dinero… Algunos nuevos: hacer un diplomado, viajar a Santorini o aprender a bailar salsa.

Fue más o menos en esos días que empezamos a escuchar en las noticias de un nuevo virus en China, otro SARs, pero eso era del otro lado del mundo, lejos, donde no conocemos a nadie, ni nos importa. Comenzó el 2020 y los mexicanos nos preocupábamos por seguir las noticias sobre la violencia, la falta de medicamentos para los niños con cáncer, los feminicidios, el precio de la gasolina y las tonterías de los políticos. El nuevo virus, ahora bautizado como Covid-19, salió de Wuhan, la provincia donde se detectó por primer vez, y se extendió por China. Después de unas semanas apareció en los países vecinos y, poco a poco, se extendió por el mundo. El 20 de enero identificaron al primer enfermo en los Estados Unidos y cinco días después el primer caso en Europa.

Por acá, en México, aunque el 28 de febrero se registró el primer caso, nos preocupaban las noticias de los feminicidios, poníamos atención a las feministas manifestándose. En la Ciudad de México, y otras pocas ciudades, cerraban las calles y pintaban edificios y monumentos. Se acercaba el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, y se preparaban “Un Día sin Mujeres” y la “Megamarcha”. Nos frustraba y escandalizaba que, aunque este tema acaparaba las noticias, seguían apareciendo mujeres brutalmente asesinadas por su pareja. ¿Cómo hacer que se respetara la vida de una mujer? ¿Cómo protegerlas?

En Estados Unidos se contagiaba cada vez más gente. Comenzamos a escuchar en las noticias que aumentaba la cantidad de casos y a pensar que los enfermos, medidas de aislamiento y consecuencias económicas podrían afectar a México. Y, finalmente, así fue. Se implementaron paulatinamente acciones para mitigar el contagio y las terribles consecuencias de la pandemia del Covid-19.

Para ahora, finales de abril, llevamos más de un mes confinados en casa, saliendo solo para lo indispensable, con todas las medidas de protección e higiene y la vida ya no es, ni será, como era antes. Lo normal cambiará para siempre.

No habrá una fecha mágica en la que las autoridades decreten que todos podemos volver a salir, a trabajar, a estudiar, a comprar o a divertirnos como antes. El Covid-19 ha causado cambios disruptivos, rápidos, definitivos. Hoy el mundo se apresura a adaptarse a una nueva realidad y a replantear la manera en la que se realizan las principales actividades.

Desde hace décadas la tecnología empezó a cambiar cómo nos comunicamos, cómo se fabrican las cosas y estos cambios han sido cada vez más rápidos. Tuvieron que pasar 62 años para que 50 millones de personas tuvieran un automóvil, sin embargo, solamente tuvieron que pasar 19 días para que 50 millones de personas se unieran a Pokemon Go. Y, aun así, nunca ha habido un cambio tan repentino como el generado por el Covid-19.

De una semana para la otra, millones de personas tuvieron que adoptar la escuela y el trabajo a distancia. Sin aviso y sin tiempo de preparación las empresas mandaron a su gente a trabajar desde casa y las escuelas a los alumnos a aprender a sus casas. Las empresas se resistían a digitalizarse, a invertir en tecnología, pero sobre todo las personas se resistían a cambiar, y ese obstáculo fue eliminado cuando se convirtió en una necesidad imperante usar la computadora, instalar herramientas para trabajar a distancia y usarlas, todo en cuestión de unos días.

Claro que esto no ha pasado sin tropiezos y errores. Las redes sociales han mostrado casos en los que la gente va al baño en medio de una videoconferencia con sus colegas, o entran los hijos interrumpiendo con tremendo relajo. También queda en evidencia la intimidad del hogar de la gente, las dinámicas y problemas familiares. A pesar de todo, las personas se han ido adaptando y aprendiendo a hacerlo cada vez mejor.

Esto es solo el comienzo. Una gran parte de las actividades productivas están detenidas y habrá que ver cómo el mundo comienza a girar nuevamente. Por lo pronto, los experimentos y esfuerzos que están haciendo grandes empresas a nivel nacional nos darán mejores prácticas que serán copiadas y tropicalizadas en otras regiones e industrias.

Tomará un poco de tiempo, pero al final deberá resultar en un mejor mundo para la mayor parte de las personas.

Lo normal ya no es normal